El amor tóxico más constructivo que pude vivir.
Me he dado cuenta de que la cuarentena y yo hemos vivido estos días como una pareja, con todo lo que implica una relación, y lo confieso, fue divertido.
Al principio nos miramos de lejos, sabiendo que inevitablemente íbamos a terminar juntos. Fue un amor de esos que el destino te atraviesa y que, definitivamente, no puedes aplazar. Empezamos a conocernos de a poquitos, con algo de timidez y mucha expectativa, como se empieza siempre. Me parecía divertido y emocionante vivir algo nuevo, aunque no sabía realmente lo que me esperaba.
Nadie conocía la vida de esta forma, pero, como siempre, nos dimos cuenta que somos más de costumbres que de reglas. Creemos que las cosas son como las planeamos y que tenemos claro cómo actuar en ciertos momentos, pero este tiempo ha sido como una cachetada a nuestra arrogancia y una forma extraña de recordarnos que lo nuestro es obedecer, por más rebeldes que nos sintamos.
Cuaren -como llamaremos a la otra mitad de esta relación- y yo pasamos por varios momentos. Fuimos una pareja normal que tiene algunos ratos de tristeza, muchos días felices, llenos de colores y paz, y también muchos otros en los que amanecimos en neutro y no aceleramos, pero tampoco pusimos reversa. Cuaren fue increíble, a su lado conocí sentimientos que tenía muy guardados y que en realidad puede ser que ni siquiera lo conociera, pero que fueron apareciendo y aprendí a entenderlos y a adueñarme de ellos.
Mi relación con Cuaren fue muy movida en realidad. Tuvimos suficiente tiempo para amarnos, disfrutarnos, pelearnos y reconciliarnos, nos miramos con dudas casi todos los días y finalmente nos abrazamos varias veces sin orgullo. Este fue un amor de esos que literalmente te cambian la vida, que te dan una vuelta de 180º en el destino. Es un amor de los que se van y te dejan siendo diferente, pensando diferente y entonces te prometes ser diferente para siempre.
Cuando cumplimos 30 días juntos, lo nuestro había sido ya muy intenso y las cosas habían cambiado mucho desde el momento en que nos vimos por primera vez a los ojos. Realmente habían cambiado más adentro que afuera pero íbamos bien. Me había enseñado una infinidad de cosas y me había dejado descubrir otras a mí sola.
No fuimos el tipo de amor ideal para la liberación de estas épocas, porque la verdad es que me tuvo bastante encerrada y obligada a cocinar, lavar y organizar la casa casi sin descanso. Hay algo raro, no me corta las alas, por el contrario, me las arregla, me las peina y me las hace crecer para que cuando no estemos juntos pueda volar más alto que antes de habernos conocido.
Todo fue muy raro, no puedo negarlo. Siento que Cuaren me presionó hasta puntos que jamás pensé permitirle a alguien. Tengo que decir que durante el tiempo que vivimos juntos, me alejó físicamente de mis amigos, no me dejó abrazar a nadie que no fuera él y me quitó la libertad a la que estaba acostumbrada.
Me hubiera gustado tener un poco más de espacio. Creo que nos hicimos demasiado exclusivos. Suena terrible, ¿no? Solo puedo imaginar la cara de mis amigas feministas al extremo cuando diga que: ¡Este amor es lo mejor que me pudo haber pasado en la vida!
Nadie me cree cuando digo que aprendí a cocinar por él y no me va tan mal como todos esperaban. Resulta que por alguna extraña razón, empecé a cogerle cariño a los oficios de la casa. Nada de esto hubiera pasado si Cuaren y yo no nos hubiéramos conocido. Me volví una persona que ve noticias, se divierte con bobadas, disfruta detalles, juega con cartas, vuela con libros y no conoce felicidad más grande que la de un postre después de almuerzo.
Cuaren es el típico amor cómodo. Me dejaba pasar los días sin arreglarme, maquillarme ni peinarme (incluso uno que otro sin bañarme) y así me quería y no me soltaba. No le importaba verme feita, llena de mascarillas, despeculada, con ojeras y siendo, de vez en cuando, muy perezosa. Porque sí, también pasamos mucho tiempo en la cama, comiendo chucherías y viendo maratones interminables de Netflix.
Otros días me daba tiempo de inventarme planes divertidos y de hacer ejercicio para que mi futuro nuevo amor disfrutara de las maravillas que supuestamente iba a conseguir con videos de YouTube. Muy considerado él.
Me di cuenta que, como cualquier relación, a veces queríamos matarnos el uno al otro, pero después de unas horas volvíamos a ser nosotros. Al otro día me preguntaba por qué no lo había matado cuando se me ocurrió. Resulta que yo explotaba y él me miraba. Yo gritaba, Cuaren se callaba. Me daba por llorar y él me miraba de nuevo. Le reprochaba y Cuaren ni siquiera contestaba. Porque su amor es así, silencioso, un poco doloroso y muy poderoso. Lo aprendí a conocer y cada día me recordaba por qué tenía que vivirlo. Todo esto valía la pena.
Así pasaron los días, crecieron las enseñanzas y nuestra relación era cada vez más cercana. No sabíamos cuánto nos iba a durar todo este cuento de estar juntos. Le pedía con todo el corazón a Dios que mi relación con Cuaren no se volviera tóxica y que por favor, necesitábamos terminar pronto.
Yo ya me empezaba a sentir como en una película de acción, luchando contra un fin del mundo -que al principio parecía muy ficticio, pero ahora creo que todo el posible- y Cuaren realmente se negaba a irse porque me decía que él era el superhéroe que iba a acabar con el hueco de la tierra en el que parecía que se estaba yendo el planeta entero poco a poco. Ahí recordaba que de verdad necesitaba a Cuaren.
Me gustaba pensar que se iba a ir, pero me hacía sentir una nostalgia anticipada por nuestra relación, estaba completamente segura que más de una vez iba a extrañarlo y a pensarlo. Me encargué de agradecerle cada día por algo. Cuando estaba feliz, las palabras de agradecimiento no se acababan, los días que no me caía tan bien, me costaba encontrar algún motivo, pero al final siempre lo lograba.
En mi mente se quedaron todos los momentos que vivimos, pero sobre todo, lo mucho que me enseñó. Me dejó siendo una persona nueva, con metas claras, con sueños renovados, con las pilas puestas y las esperanzas recargadas. Aún no sé cómo vaya a ser la vida sin él, siento que es de esos amores que en un largo tiempo no terminan de irse del todo, que no están, pero no te sueltan. Cuaren es de esos que de verdad te dan tres vueltas y te empujan para que sigas caminando, aunque sea tambaleándote y sin ellos de la mano pero con sus recuerdos en el corazón y su fuerza en el alma.
Con mi agradecimiento eterno y mis ganas de tenerte lejos para siempre, Cuaren, te digo que te quedas dentro de mí toda la vida. Eres parte de lo que soy y estarás en mi historia como mi grande y mejor amor tóxico más constructivo que pude haber vivido.
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